lunes, 18 de marzo de 2013

¿Qué es un shock asimétrico?


Para realizar una primera aproximación, el shock asimétrico se define como una alteración repentina en la economía que causa efectos de sentido contrario en distintas zonas, normalmente se habla de países. Al acotar este concepto a la Unión Europea, podemos ejemplificar una supuesta situación para comprender en mayor medida el trasfondo de este tipo de shocks: la sociedad europea comienza a comprar con más frecuencia los productos que ofrece Alemania frente a los que oferta España; por tanto, Alemania incrementa su demanda, mientras que en España desciende y, consecuentemente, aumenta el desempleo. Existe un comportamiento diferente de las distintas variables, como hemos podido observar en el ejemplo, con la demanda y el desempleo. Por esta razón, sería necesario que  la eurozona se asentase sobre una política fiscal y monetaria comunitaria para que la UE, conformase una verdadera “unión monetaria óptima”.

 El problema reside en que la política fiscal no se encuentra centralizada, sino todo lo contrario, está totalmente descentralizada. Eso conlleva a que en la actualidad, exista un claro choque entre las políticas fiscales nacionales y las comunitarias. Sobre todo, la disonancia se encuentra en la moneda común combinada con la no existencia de una política redistributiva. Esta es la base del desarrollo de los shocks asimétricos sustentados por una “unión monetaria no óptima”. Así, cuando la crisis sobrevino en cada uno de los países miembros de la Comunidad Europea, afectó de manera diferente a todos ellos, debido a las diversas estructuras de sus respectivas economías (competitividad y capacidad frente a una crisis externa), como estos días está ocurriendo con Chipre.

Sin embargo, existen dos impedimentos para paliar estos shocks: El primero es el político, pues un cambio estructural de tal envergadura limitaría en una magnitud importante al poder de gobiernos nacionales, situación que a ninguno de los representantes les agradaría demasiado. El segundo se enmarca en un contexto diferente, es el riesgo moral.  Si hay centralización fiscal, una política redistributiva cubriría parte del daño del país miembro perjudicado por el shock, lo cual no es malo en principio, pero puede atraer a efectos perversos. El damnificado puede sentirse muy cómodo al recibir subvenciones que provienen de un gobierno conjunto, acostumbrarse a ser ayudado y, en última instancia, no considerar límites a sus gastos, debido a esa seguridad en su rescate.

En conclusión, para pasar de una unión monetaria no óptima, en la que se producen shocks asimétricos, a una óptima, se debería crear una política fiscal común compensatoria – redistributiva. Sólo de esta manera se contribuiría a brindar recursos a aquellos países que más han sufrido en el largo proceso de contraataque a la crisis. En el interior de la eurozona, para poder recuperar competitividad externa, no hay opción a devaluar la moneda. Por ello, existe la necesidad de acentuar unas condiciones para que el crecimiento de los países miembros se den a la misma velocidad, a la vez que encararse a las variables que lo impiden, como las rigideces estructurales, los factores culturales o sociales… El Pacto Fiscal fue un buen intento dirigido a evitar la crisis en la que, finalmente, hemos sido envueltos. Y es que la unión fiscal no estuvo bien planteada desde el comienzo. 

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